Las voces
en los satélites
siempre buscan
a alguien
Vos me miras
desde la ventana
y tu mano se hace pedazos
contra el cristal
Nunca vamos a entender
por qué existen las autopistas
Estefanía vivía en todos los espacios oscuros de los recuerdos de las personas, en esas partes del sueño que nunca te acordás.
Por las mañanas prendía todas las luces del cuarto, y comenzaba a escribir nuevas historias, con las sombras de los lápices y las tazas de café.
A veces, en medio de la cocina rompía en llanto y borraba sin querer a alguien de un recuerdo, hasta llegó a borrar recuerdo enteros con sus inmensas lágrimas.
Una noche, Estefanía abrió el libro en blanco donde le gustaba dormir, y supo que antes ahí se habían escrito palabras que ya no estaban más, palabras que se perdieron, y jamás encontraron el camino de vuelta.
Decidió plantar árboles tristes por las tardes en el jardín, y armar caminos de azucenas hasta su casa, para que las palabras supieran como volver a ella.
Con el paso de los años, el silencio se hacía más amable.
Y es que ¿Quién recuerda aquello que se olvidó?